Se admiten apuestas sobre si los rumores de que Tailandia legalizará el juego se convertirán, esta vez, en realidad. Su Gobierno no es indiferente a que, en los últimos años, los casinos se hayan convertido en una aspiradora de dinero chino. Más significante aún es el cambio de primer ministro, ahora el empresario inmobiliario Srettha Thavisin, del partido de Thaksin Shinawatra, un magnate de las telecomunicaciones que fue apartado del poder bajo el pretexto, entre otras cosas, de haber lanzado una lotería de forma ilegal.
El debate sobre la legalización del juego, tras una prohibición que se remonta a los años treinta, arranca hace dos décadas. La discusión se reabrió en el 2017, con un general de nuevo en el poder, sin llegar a concretarse. Finalmente, a principios de este año, una comisión de sesenta diputados elaboró un libro verde para la legalización de determinadas apuestas –sobre índices bursátiles, competiciones deportivas y así hasta ocho áreas distintas– en ubicaciones predeterminadas y bajo ciertas condiciones. Los jugadores tailandeses, por ejemplo, deberían demostrar que cuentan con más de 12.000 euros en su cuenta corriente.
El clero budista se opone al que considera uno de los pecados capitales, pero también lo hacen asociaciones cívicas. Sin embargo, el sector parece saber dónde poner sus fichas para ganar. Las firmas que hasta ahora han demostrado interés en mover hilos son MGM Resorts y Las Vegas Sands, de Estados Unidos, y Galaxy, propiedad de la cuarta fortuna de Hong Kong, Lui Che Woo. El año pasado, en la zona de Sukhumvit de Bangkok, la policía registró dos pisos de ciudadanos chinos que facturaban cien millones de bahts al mes gracias a seis locales ilegales de apuestas. Así que la legalización del juego sería, en realidad, su regularización. leer noticia completa en lavanguardia